El relato del libro
Me llevaba escondido entre sus abrigos. Era de noche y no paraba de recorrer. Pensaba que en cualquier momento me iba a despegar de la encuadernación. Finalmente, me depositó en un banco y el viento hizo que mis páginas revolotearan hasta que una se dobló. Sentí un leve dolor cuando me cerré de golpe.
Me llevaba escondido entre sus abrigos. Era de noche y no paraba de recorrer. Pensaba que en cualquier momento me iba a despegar de la encuadernación. Finalmente, me depositó en un banco y el viento hizo que mis páginas revolotearan hasta que una se dobló. Sentí un leve dolor cuando me cerré de golpe.
Al día siguiente, después de haber pasado una noche insufrible, una niña me guardó sorprendida en su mochila. Estaba acostumbrado a que la gente se sorprendiera al ver un libro sin palabras.
La niña me llevó con ella a su colegio. Allí un profesor gordo y calvo me cogió sin permiso y comenzó a ojearme. Otra vez viví la sorpresa de toda la clase al ver que no tenía palabras dentro. De repente mi nueva dueña tuvo una idea. ¡Iban a escribirme! No me lo podía creer, por fin iba a ser un libro de verdad. Dijeron que cada uno escribiría una frase y juntos conformarían una historia. Desde luego iba a ser un libro muy original.
No pudieron acabar todas mis páginas, y yo me puse muy nervioso porque si hay algo peor que ser un libro sin palabras es ser un libro inacabado. Pero mi dueña me dejó posado cerca de una árbol, con la esperanza de que alguien lo cogiera y me terminara. De nuevo volví a ser un libro sin dueño, pero al menos tenía un propósito que cumplir.
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